jueves, 5 de julio de 2007

OMAR DEL VALLE, POETA DE CONCEPCION

Omar del Valle, joven poeta de Concepciòn, nos a conocer algunos de sus poemas vìa Internet y pude constatar tres cosas fundamentales:
1-. Es sin duda un gran poeta;
2-. El sabe que lo es;
3-. Es independiente, y nunca ha estado a la venta.

Le dije: por estas cualidades, te felicito, no habìa conocido a nadie que tuviera un cierto parecido conmigo...
Luego, sentì pena y alegrìa.

El poeta mostrò su desaliento, algo que conozco desde siempre: "Da mucha rabia saber lo que uno es y que nadie te reconozca..."
Ciertamente.

Los verdaderos poetas sacrifican y hasta subliman sueños y esperanzas.

Cuesta demasiado ser reconocido en un paìs donde el trampolìn polìtico arroja toda clase de "puetas" al èxito prefabricado.

Siempre ha sido asì.

Sòlo cuando los seres humanos se decidan a no tener lìderes, podràn ser realmente libres... Cuando la gente comprenda que el poder corrompe y deje de elegir presidentes, senadores, diputados, alcaldes, sòlo entonces puede existir justicia, palabra que nada significa en estos tiempos. Porque el poder es un gusano que va devorando por dentro a la manzana-honestidad...

Hasta el portero de cualquier instituciòn es pedante y toneladoso: tiene el poder de abrir o cerrar la puerta a quien llega un minuto atrasado por una causa dolorosa. El portero -como un Cèsar- apunta hacia abajo ¡y se acabò! Pero si en ese instante llega Zutano, condecorado, poseedor de influencias y aires de rancio abolengo, entonces el pobre portero se convierte en un perro: mueve la cola, hace piruetas, lame talones y, arrastràndose, da la bienvenida porque al frente tiene a alguien de muchìsimo poder...
Y asì -dirìamos-, infinito...

Aunque la persona tenga una mìnima porciòn de poder, hace daño. Y vemos a los elegidos por el pueblo, pavoneàndose, felicitàndose, y al final de cuentas, nada han hecho por mejorar el vivir de los desheredados. Son zanganitos de la Suciedad...

Por eso,amigo poeta, debes trabajar para no morir de hambre y para continuar en el difìcil camino de la Poesìa. Las tentaciones pueden nublar la inteligencia de la mayorìa. Mas nunca la de los verdaderos poetas, pintores, escultores, mùsicos, ceramistas, que jamàs esperan recompensa por su arte y gran espiritualidad...

Omar del Valle es un gran poeta, a no dudarlo. El sabe que habrà demasiados mastines dispuestos a devorarlo... Pero su dignidad de hombre y de poeta jamàs serà estropeada...

LA ESTACION

(nicuento)
Son las cinco de la madrugada. Esta mañana será como una sonrisa, habrá trinos y un caballo de vidrio hará sonar las hojas, el sol continuará en su labor, pintando, sonrosando los cielos... Entonces tal vez llegue el tren pronto y la76, como una bestia cansada echará vapor por sus narices enormes... Seguro que ningún pasajero bajará...

Ojalà esta vez no nos deje esperando. Rosalìa debe estar por llegar, ya que se quedó mirando las sombras que cubren los arbustos cerca de la casa. A ella le gusta contemplarlo todo, incluyendo cada sonido de la tierra porque afirma que esta es una gigantesca, divina mujer tendida, modelando la fruta, tejiendo un choapino de colores y, a la vez, fabricando rumores, secretos, vagidos...

Si el tren no llega en estos momentos no sè que podría hacer para detenerlo hasta que mi esposa llegue.... La verdad es que nunca lo hemos podido tomar, siempre pasa algo, quiza no llegamos a la hora justa o no era el día que debìa pasar...

A lo lejos diviso la figura esbelta y gràcil de mi mujer.Qué hermosa y qué generosa. Nunca nos hemos separado desde que nos casamos. Tuvimos cuatro hijos. Evaristo fue el primero, después se transformó en un joven hermoso y fuerte. Las noticias que llegaban de vez en cuando de la capital, lo marearon. Un día se marchó. Nos dijo que volvería, que estuviéramos tranquilos. ¿Quién puede estarlo cuando el tesoro mayor se nos va a lugares desconocidos y no está uno al lado para protegerlo? En ese tiempo se decían cosas malas de la capital: robos, asaltos, muertes, injusticia, y tantas otras cosas que no nos era posible estar calmados...

La capital se nos antojaba como un monstruo de miles de cabezas devorando sueños y esperanzas... Marìa Soledad siguió sus pasos. Lloramos a mares. Ella no se inmutó, dijo que tenía que hacer su vida... Y se reía...

¡Qué cosas pasan! Una vez nos mandó una carta... Aun está en el viejo velador sin abrir, porque mi Rosalìa y yo no sabemos leer...
Juanito nos salió malo de la cabeza. Le encantaba bailar, beber, y reir a todo pulmón. ¡La vida hay que vivirla! El que no la vive es un pájaro sin alas y lloroso de hambre... Un mal día lo mataron en la cantina del pueblo cercano porque las mujeres se desmayaban por él. Y los hombres estaban celosos... Otra vez el llanto, sobre todo de mi mujer... ¡mi pobrecita, tanto sufrir...!
Así fueron las cosas.

De pronto sentimos que se quiebran ramas secas cerca de la acequia. También escuchamos el llanto de una joven que murió esperando el regreso de su novio de la capital. Todas las noches llora desconsolada, nosotros le prendimos algunas velitas para que se calme. Vamos, querida, no siga llorando, usted sabe que su novio ya debe estar muerto, no, no, èl volverá, me lo prometió... En su casa -cerca de la plaza-aún conserva algo de pintura blanca, allì siempre hubo bailes porque la niña estaba feliz de casarse, justo cuando el novio se fue a Santiago dejàndola quebrantada por el dolor... Le vino una rara enfermedad y no hubo manera de salvarla... Aún se oyen los compases de la música después de más de cien años...

Todavía no aparece el tren. Ni un solo ruido. Rosalía está conmigo, sentada a mi lado, como todos los días... No para de mirar el cielo que se va aclarando mientras los àrboles pierden su apostura de fantasmas silenciosos. Deberían arreglar la estación, la madera cruje y se resquebraja con el sol y con las lluvias que son muy tupidas en invierno.

Lo ratones chillan debajo de las tablas. Ni hablar del viento que agarra a patadas todo lo que encuentra a su paso, se parece a los patrones que tuve antes... Los asientos estan apolillados. Los rieles cubiertos de malezas floreciendo a màs no poder, yuyos, dedales de oro, verdolagas, hinojos...

Ay, mi Rosalía, qué linda eres amor. Nunca he dejado de amarte. Ambos hemos sufrido la partida de nuestros hijos... Tu amor ha sido grande...,y el angelito Alfredo, nuestro cuarto hijo, còmo te esmerabas en cuidarlo y él te miraba con sus ojos tan inocentes y puros. Nunca pudo hablar, sólo miraba, miraba... Después de cumplir 38 años, murió. Nuestro último tesoro y, aunque jamás hablaba, era nuestra felicidad... Jamàs te quejaste al lavarlo y vestirlo durante toda su vida... ¡Pobrecito...! Fue como una bendición, como una prueba del Señor... Y lo cuidábamos con toda la fuerza de nuestro corazón...

Mucho tiempo después, la gente comenzó a irse, y nosotros, ya cansados, no pudimos hacer lo mismo. ¡Adònde íbamos a parar? Las calles quedaron desiertas. Las casas, abandonadas; animales, perros, gatos, se fueron con sus dueños.

Y fue tristísimo saber que nuestro hijo mayor había muerto a los 72 años de un ataque al corazón, según supimos...

De María Soledad jamás supimos nada. Tenía un año menos que Evaristo, no sé qué clase de vida llevaría, mi pobre hija... ¿Què habrá sido de ella? Y nuestro pobre Juanito, ¿te acuerdas? Decía que iba a triunfar en la vida, que sería muy importante... ¿Dònde estará ahora? Viviendo la vida, como decía. ¿Será posible? Es verdad que lo mataron..., pero... Todavía no llega el tren.

Hemos decidido irnos a la capital, todavía nos alumbra una lamparita. Talvez allá nos encontremos con nuestra María Soledad... debe andar muy sola, digo yo, le hacemos falta, queremos guiarla, cuidarla... Parece que el tren no viene...

No te apenes, mi amor. Estamos juntos, eso ha sido lo màs lindo de nosotros. ¿Y cómo sabes? En una de esa nuestra querida hija nos viene a ver... Hace ya ochenta años que Evaristo murió... Pero creo que todavìa es posible que lo veamos deambulando por la capital, conversando con Juanito... ¡Todo es posible...!
Rosalía, amor de toda una vida, el tren ya no viene, vayamos a caminar por las calles solas como siempre lo hacemos. Visitemos las casas de aquellos amigos que se fueron hace ya tantos años...
El sol acaricia los árboles, las plantas, los pájaros cantan alegres como siempre... Mañana vendremos más temprano a la estación... quizá esta
vez tengamos suerte... ¡Mira!, ¡un conejo atravesó la calle cubierta de yuyos...!

de "sobre los techos duermen las estrellas" (inédito)

PRIMERA MAGIA

(nicuento)
Fuiste la más hermosa de todas las sombras en aquel lejano andar.

Podías atrapar el firmamento con tus manos, y hasta el viento, como un amante ebrio se arrodillaba a tu paso.

Silueta excelsa, caminar cimbrante, novia perfecta de aquel vagabundo que te entregaba cànticos y fotografìas de calles antiguas y rostros esfumados en la infinitud del tiempo...

Amor que pudo morir al palpar tanta armonìa.
Los hombres no podían comprender que fueras dueña de tan rara belleza. Estaban acostumbrados a la hermosura de nieblas cotidianas.

Eras de otra galaxia.

Para mì tù habías surgido de una historia colmada de princesas y fantásticos enanos de color anaranjado. O quizá de algùn paisaje pintado por rarísimas manos. Y, a veces, no sabía si estabas adentro o fuera del camino verde eternizado en el óleo. Colinas, castillos, senderos, tenían la fragancia de las aguas encantadas, donde cada noche la luna peinaba tu cabellera casi cenicienta...

Desde siempre supe que un día desharías la magia.

Las calles tornarían a ser como antes: grises, melancólicas, como mujeres vencidas, agónicas...
Cuando vi en tus ojos puñales y papeles brillantes, comprendí que era la partida. Me pareó escuchar desde arriba un himno a la tristeza...
El eco de tu risa permaneció durante años en aquellos parajes...


EL PANTANO

-Pronto moriré...
Caído, cubierto de lodo, más de alguna gacela lo levantaba, dándole todo el calor y el color de su piel, y el poeta comenzaba a lucir fresco, esbelto,
y a salvo de las picaduras...


Gamuzas y gacelas le amaron, y por eso trataban de apartarlo de las hormigas gigantes que minaban su luz... Era apuesto, varonil, afable. Pero la ciudad estaba inundada de cocodrilos que no vacilaban en atrapar entre sus dientes grandes pedazos de carne y sueños...

El poeta no podía sustraerse del agua del pantano y llenaba su universo con olvidos olvidados. La cabeza le giraba como un astro perdido en la inmensidad; los pies no le sostenían, y en el quicio de alguna puerta cerraba sus ojos hasta el amanecer...

Un dìa nos encontramos en el café Do Brasil. Casi todos sus dientes estaban rotos, su pelo era ahora un enredo de alambres, en sus ojos la tarde
se vestía de raros ropajes, pantalones mordidos de ratas quizá, camisa depositaria de antiguas y nuevas suciedades.


-¿Qué ha pasado, hermano?

-Tengo sed... dame unas monedas...

-Sì, claro, pero levántate, amigo... Sé que puedes hacerlo...

-No hay ya vuelta, la manivela está rota, mi corazón también... No me digas, no trates de aconsejarme... Sé que estoy ya muy cerca...

-Pero hay médicos, hospitales, remedios...

-No sigas... Se acaba el camino...

A duras penas caminaba. Las pocas monedas que pude darle le servirìan para beber en el pantano donde se agrupaban fantasmas y làgrimas de piedra.. Sentí deseos de llorar, traté de seguirlo con la mirada pero se perdió entre las ovejas y lobos disfrazados...

Tiempo después, en las faldas del Cerro San Cristóbal lo encontraron despedazados por perros y huarenes...

O T O Ñ O

(Nicuento)
Quizà no debiera comer flores salpicadas de lluvia ni beber aquellos resplandores amarillos que despiden los aromos.
Susana quiere ver en mi un camino exactamente igual a otros, sin ocuparme de las flautas que emiten su magia desde las aguas.En todo caso, no puedo. No.
Me encontrarà como es ya costumbre: jugando con estrellas, mientras en rededor pasan los hombres con ojos apagados. Muertos.
Yo sè que a ella le gustarìa que no caminara bajo las acacias impulsado por un sueño, sufriendo por todos los que no pueden ver porque un signo monetario les pudriò las pupilas.
Hace un año estaba dichoso, sintiendo muy cerca su aliento frente al mar.
Sì. Hace un año. Hace un año tambièn fui infeliz porque ella no quiso seguir conmigo el vuelo de las golondrinas...
Le he dicho que no puedo arrancarme el cerebro para tenerla contenta y con ello demostrarle que soy ùnicamente en ella. Susana odia el vuelo, la ceniza, el cielo. Pobre alma mìa. Le he manifestado que luche por subir los pàrpados: estàn sellados hasta el infinito.
No sè por què la quiero.Ama la oscuridad desde nacimiento. Se rìe cuando le hablo de los pàjaros al amanecer... Se rìe.
Parece que hoy no vendrà. Ha pasado ya una hora. Y su odiada y querida silueta no se vislumbra. Quizà no pueda venir porque una fiera la conduce a un placer efìmero. Puede estar devorando estièrcol, terrones, y al mismo tiempo derribando murallas con su risa.
Talvez la odio.
La dorada alfombra del parque cruje bajo mis pies. Es tarde. Hace frìo. Y no viene. Y nunca sabrà que la he esperado un siglo. Algunas làgrimas ruedan por mis mejillas de madera...
Debo irme.
Antes arrojo hacia todas partes la mirada. Al parecer, Susana no existe.
Quizà nunca existiò.
El hielo de la noche me recuerda que las lucièrnagas no pueden ocultar mis huesos...
de "Sobre los techos duermen las estrellas"

S Ù P L I CA

de "Sobre los techos duermen las estrellas" (inèdito)
(Nicuento)
Estaba lavando su herido pantalòn. Entonces le pidiò -ensangrentados los ojos- que no te fueras primero. Temblaba imaginàndote partir hacia oscuras regiones, tal vez llenas de fauces enormes como las que veìan en el cielo de la tarde... Quizà no quisiste dejarlo enredado en zarzamoras: no respondiste al terror ni a los negros fantasmas de sus palabras.
Te miraba como a una montaña màgica poblada de àrboles los cuales cantaban alegrìas o tristezas que su torpe mente no podìa entender. El sòlo sabìa gimotear cuando desde su camiòn de madera caìan sandìas o melones de piedra...
Las manos de su madre, tan castigadas por jabones, cloros, perlinas, eran jòvenes y hermosas. Y capaces de llevarlo a rincones azules donde bailaban magos, princesas, y caballitos de azùcar galopaban en prados de crema y chocolate...
¿Què serìa de èl si le faltara esa ternura con que se bañan sus ojos? Ah, madre! ¿Quièn sacarìa de su cabeza loca ese constante infierno de piojos? Ella lo arropaba en las noches con ropas olorosas a tierra hùmeda. Y le dejaba en la mejilla un beso. Un beso. Y... si ella se iba, el pàjaro quedarìa sin alas, sin color...
La madre parecìa no comprender sus temores. La lluvia, ah, la lluvia espantosa zapateando sobre las latas, tirando palos y juguetes siniestros...
Para detener vendavales y brujos voladores, ella quemaba extrañas hojas secas...
Recordaba al hombre que muriò de frìo una noche. Lloraba, gritaba, pidiendo albergue o un plato de agua caliente aunque no tuviese estrellas.
En la mañana lo vio: boca abierta llena de barro y los ojos en direcciòn a los cerros lejanos. Sintiò que de alguna manera habìa muerto tambièn cubierto de sombras nevadas...
Y la señora Blanca... Le gustaba beber vino blanco y siempre se llenaba de seres raros su cabeza. Hablaba con ellos de mariposas y luceros perdidos debajo de la cama. Una tarde enmudeciò rodeada de sus fantasmas preferidos. Ahora sòlo sus ojos murmuraban querubines frente
a la pared.
Testigo de esa partida, èl no sabìa còmo amontonar tanta lluvia y tanto cielo en su cabeza. ¿Por qué la gente se esconde bajo la tierra?
Le dijo tantas veces a su madre, no te vayas, no permitas que la tos, el frìo y el hambre se queden conmigo...
Ella no lo escuchò?
Y se apagò en silencio como una estrella fugaz en noche de heladas arenas. El niño nunca sabrìa que una muñeca de trapo le enseñò a ser madre...

FERNANDO PASTÉN Y SEÑORA

Debo manifestar una rabia feroz porque Fernando Pastèn y su esposa deja-
ron de pertenecer a la Sech. Pienso que no fue valorada su faena como cuidador, aseador, mandadero, verbo auxiliar, en la Casa del escritor.
Hace cuarenta y tres años vi llegar a la Sech a un matrimonio joven a trabajar. Fernando y yo tenemos la misma edad (en ese tiempo, 24 años)
Ydesde entonces lo tratè siempre como a una persona respetable, transformàndose luego en un gran amigo, no sòlo de quien escribe sino de todos los poetas y escritores. Se le querìa grandemente. Pese a su condiciòn humilde, era y es un caballero en todo el sentido de la palabra. Siempre atento. En los años que estuve realizando recitales de poetas mujeres, èl estaba presente con su enorme voluntad, ordenando sillas, limpiando el escritorio, colocando vasos con agua, y colaborando con entusiasmo en los eventos.
Fernando Pastrèn forma parte de la familia poètica, trabajador, limpio, afable, buen individuo.
¿Por que se tuvo que ir? Conversè con èl: "Hace meses que me deben una plata. Tampoco me quieren aumentar el sueldo. ¿Y sabe? Aquì hay mucha prepotencia... Los directores se creen dioses, lo mandan a uno como si fuese esclavo..."
Le dije: no se vaya, Fernandito, tenga paciencia. No hay cabeza que no ruede en este mundo... No se vaya...
"Sabe, Carlitos? cuando haya otra directiva, si me necesitan y me llaman,
yo me vengo a trabajar encantado porque aquì, despuès de 43 años, yo me siento integrado a ustedes, los que son caballerosos y respetuosos, y le aseguro que, aparte de Ud, son re-pocos los que se salvan ahora..."
Lo vi ordenar sus ropas, vestones, frazadas, tambièn su esposa afanada en meter sus cosas en cajas de cartòn, sì, estaban allì, empaquetando sus cositas, mientras los ojos se me inundaban salì de la Sech, ya no quise seguir vièndolos arregar y embalar sus pertenencias.
Sentì gran pena. ¡43 años! Una vida tirada al tacho de la basura...
Observè a la gente que transitaba por Vicuña Mackenna y terminè asegurando que desde los primeros tiempos, los hombres con poder nada valen ante la grandeza de unas manos trabajadoras como las de Fernando Pastèn... y las de millones de trabajadores como èl que un dìa nunca pensado terminan injustamente arrojados de sus labores...
Es una realidad que apesta, enferma, duele...